¿Será que el polvo pretende, además, ser espíritu?
Alfonso Reyes
Si no del barro del polvo –seguramente-, somos criaturas venidas del polvo. ¿Qué otra cosa albergaría la materialidad y caducidad de los cuerpos tan misericordiosamente como el polvo? Desde su ínfima pequeñez –visible al ojo humano- sobre algunos libros, en rincones olvidados, en el aire, el polvo en todas partes parece unirse fraternalmente al desgaste de todo lo que va hacia la muerte.
Recordatorio de la fugacidad y dogma de fe (“polvo eres y en polvo te convertirás”) que se mueve para trazar inmensurables órbitas bajo el haz de luz, el polvo -que respiramos, que no somos pero con seguridad seremos- es la presencia continua del carácter pasajero de los cuerpos, la mínima división visible del mundo.
Ah, pero de venir el agua, al contacto con el polvo sencillo, probablemente nos sorprenderíamos confirmando la creación de la especie en la arcilla nacida del polvo.
Y para qué...
But to what purpose
Disturbing the dust on a bowl of rose leaves
preguntaría T.S. Eliot...
Pero el polvo es gozo y celebración de la presencia. Nada que se desgaste, que lentamente se reduzca, puede tener el menor dejo de amargura ante la belleza de esta pequeña maravilla. El polvo es presencia sutil e indeleble de la gloria de los que estamos aquí, de lo que es y será. Y tendrá sentido.

Detalle de polvo cósmico
POSTAL DEL POLVO
Hay el polvo que no termina
de decirnos, la presencia
de lo que va quedando
de nosotros,
lo que no somos nosotros
y respiramos, reducido,
imposiblemente diminuto
casi
invisible.
Ojos claros que presienten
en las órbitas del polvo,
observen la historia del mundo
desfilar a contraluz.
Testigos de estas formas silenciosas,
todo se cumple en esta danza,
aquí se trazan los caminos
que nos llevan lejos, muy lejos
sin dejar la casa.
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