en los muelles y algunas luces
dispersas en un lento
reino de barcazas y vagones,
de herrumbre que vaga por el río,
donde el cisne y la gaviota son amigos
con el pecho blanco apoyado contra el lodo.
Más allá, a un lado del estuario,
un campo de trébol bajo la lluvia:
en medio se amontonan nuestros
sacos, las almas y sus
secretos descoloridos, las hermosas
botellas apuradas por una garganta tierna y feroz.
Y Cristo pasa,
astro envuelto en niebla, o nido
para las cansadas mariposas que parten de nosotros,
tenue luz de aceite.
Bartolo Cattafi
2 comentarios:
Gracias a ti, por haber dejado tu huella en la que es también tu casa, y por tu espacio, ya obligado referente.
Saludos...
Gracias por el comentario, tocayo. Y sí, en dirigible me cae que sí llegamos... y a donde sea, total...
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