lunes, 5 de mayo de 2008

VIII

Nada saber del mar. Echar fuera de sí lo informe y cada marejada. ¡Oh, el sueño de los hombres, sus ojos muertos! Yo olvido. Finjo que lo hago. Existo más cuando el jardín se impone. Tiene su orden propio, sus normas legibles. Los que siempre caen, los que se agotan en el espacio, no encontrarán reposo. Que lo vayan sabiendo. Todo es jardín. Todo es muralla frente al abismo en el que dios comienza.
Viviremos mejor sin ruido, lejos del mar.

Claude Esteban, Coyuntura del cuerpo y del jardín

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