martes, 3 de julio de 2007

Del polvo

Existen temas que vuelven a mi cabeza una y otra vez. Ciertos pasajes de la infancia, algunos gestos que me han marcado, días completos que fueron como años, tantas cosas y el polvo, también el polvo que vuelve a mí. Encuentro una fascinación natural por este levísimo registro de todo cuanto pasa y existe, el polvo me provoca una sensación de pequeñez y soledad casi melancólica y al mismo tiempo encuentro en él un extraño sentido de comunidad que me hermana con el mundo. Comparto estos dos textos sobre el polvo que escribí en diferentes momentos y que considero que atinan a expresar con mayor certitud este sentimiento.



¿Será que el polvo pretende, además, ser espíritu?
Alfonso Reyes

Si no del barro del polvo –seguramente-, somos criaturas venidas del polvo. ¿Qué otra cosa albergaría la materialidad y caducidad de los cuerpos tan misericordiosamente como el polvo? Desde su ínfima pequeñez –visible al ojo humano- sobre algunos libros, en rincones olvidados, en el aire, el polvo en todas partes parece unirse fraternalmente al desgaste de todo lo que va hacia la muerte.
Recordatorio de la fugacidad y dogma de fe (“polvo eres y en polvo te convertirás”) que se mueve para trazar inmensurables órbitas bajo el haz de luz, el polvo -que respiramos, que no somos pero con seguridad seremos- es la presencia continua del carácter pasajero de los cuerpos, la mínima división visible del mundo.
Ah, pero de venir el agua, al contacto con el polvo sencillo, probablemente nos sorprenderíamos confirmando la creación de la especie en la arcilla nacida del polvo.
Y para qué...

But to what purpose
Disturbing the dust on a bowl of rose leaves

preguntaría T.S. Eliot...
Pero el polvo es gozo y celebración de la presencia. Nada que se desgaste, que lentamente se reduzca, puede tener el menor dejo de amargura ante la belleza de esta pequeña maravilla. El polvo es presencia sutil e indeleble de la gloria de los que estamos aquí, de lo que es y será. Y tendrá sentido.




Detalle de polvo cósmico



POSTAL DEL POLVO

Hay el polvo que no termina
de decirnos, la presencia
de lo que va quedando
de nosotros,
lo que no somos nosotros
y respiramos, reducido,
imposiblemente diminuto
casi
invisible.

Ojos claros que presienten
en las órbitas del polvo,
observen la historia del mundo
desfilar a contraluz.

Testigos de estas formas silenciosas,
todo se cumple en esta danza,
aquí se trazan los caminos
que nos llevan lejos, muy lejos
sin dejar la casa.

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